domingo, 14 de marzo de 2010


Aún no tienes ni idea de lo que se siente.

Los pensamientos recorren y al mismo tiempo corroen la cabeza. El sudor frío cae por la frente. Los ojos ya no ven, no saben ver. La nariz que antes inspiraba y expiraba aire tranquilamente ya no existe; ahora solo percibe una mínima y descompasada entrada y salida de aire que no tiene un mínimo de interés en ir bien. Con respecto a los labios, antes húmedos y tiernos, ahora no solo están más menudos, sino que han cogido la costumbre de temblar, tal cual niño que después de ver una película de miedo se mete en su cama e, inquieto, se tapa la cara con las sábanas. Brazos, piernas y otras extremidades están inmóviles, y solo de vez en cuando se mueven, aunque el movimiento sea el mínimo espasmo de que un nervio ha sentido la necesidad de volver al sitio.

Pero algo late. Sí, algo late tristemente dentro de un cuerpo que ya dudo que tenga vida. Algo late, aunque lo de fuera no tenga ganas de vivir. Siempre latirá, más fuerte o más débil.

Y después de decirte todo esto, ahora solo quiero que te pares a pensar en algo. No creas que todo siempre va a ir bien. No todo es un camino de rosas, sonreír o diversión. Pero algo que sí he aprendido, es que siempre va a haber algo que lata dentro de ti, que te dé fuerzas y que te haga seguir. Y no, estás muy equivocado, no estoy hablando del corazón. Estoy hablando de algo más fuerte, que se encuentra dentro de todos nosotros. Pero no te inquietes, ya sabrás lo que es cuando llegue el momento preciso.

jueves, 4 de marzo de 2010


En medio de un sueño profundo algo me despierta. Abro los ojos, desorientada por saber que ha interrumpido mi sueño. Miro a la derecha, pero solo consigo ver sábanas y mantas, frías por que nadie las ha calentado. Triste, miro a la izquierda con el fin de encontrarlo, y te veo.
Una acompasada y suave respiración consigue hacer que me calme un poco. Observo tu pelo, ligeramente despeinado, pero a la vez parece suave y terso. Sin pensarlo, juego con el hasta que mis dedos quedan enredados. Pero no me importa. Miro con recelo tus ojos dormidos, tu nariz que inspira y expira tranquilamente, tu boca aún húmeda. Acaricio tu pecho, haciendo círculos en él cual niña traviesa, hasta que poco a poco mis ojos se cierran y me quedo profundamende dormida.
Y es que ya no tengo miedo a que algo me despierte, si cuando giro la mirada estás tú ahi, como si nada hubiese pasado.

viernes, 5 de febrero de 2010

Cierras los ojos. Procuras que tus oídos no perciban un mínimo sonido. Te pones lo más cómodo que puedes, da igual como. Ahora respiras hondo, muy hondo. Tan hondo que el aire que respiran tus fosas nasales llega a todo tu interior.Sientes esa sensación de bienestar. Ahora solo imaginas el lugar que más te gusta, un lugar donde te sientes como nunca. Corres, saltas, nadas, escalas, te tiras en el suelo, das vueltas. Disfrutas del paisaje, te abrazas a un árbol, sientes la frescura de la arena mojada, besas la hierba aún húmeda por el rocío, rozas con dulzura una delicada flor acabada de nacer. Puedes hacer absolutamente todo lo que imaginas. Como volar. Te subes a algo alto; miras el cielo, todo lo que perciben tus ojos está al alcance de ti. No te preocupas por nada, nada te va a pasar. Y cuando estás preparado, saltas con todas tus fuerzas y te dejas ir. Cuando estás cansado, te tumbas dulcemente en una esponjosa nube, y dejas que los rayos del sol te acaricien la piel. Nada tiene límites, si tú mismo así lo deseas. Todo tiene el color y la apariencia que a ti más te gusta. Puedes pasarte en tu mundo todo el tiempo que quieras, nadie te va a molestar allí.

Pero de pronto notas un pellizco desagradable, y sin pensarlo abres los ojos. Todo se ha desvanecido, ahora solo ves una habitación conocida y rutinaria donde alguien plantado delante de ti te mira con una cara desconcertada. Pero a ti te da igual. Nadie podrá arrebatarte tu mundo perfecto.